Casa de la llamada Bella Susona y Fermosa hembra, la hija del judío Diego Susón
Azulejo que recuerda la cabeza de Susona
Azulejo con el antiguo nombre de la calle
Azulejo recordando la historia de la Bella Susona
Azulejo que representa a Susana vestida como judía, aspecto similar al que usaban las beatas
Calle Susona
En el siglo XIV, los judíos, convivían en Sevilla con la población autóctona cristiana y con los invasores musulmanes. Los judíos eran un pueblo que se destacaba por sus transacciones comerciales, por la usura, por ir copando cada vez más posiciones de poder económico en la sociedad, lo que era un poder paralelo que se estaba estableciendo, de hecho, no de derecho, frente a la Corona. Por otra parte sus prácticas religiosas o pseudoreligiosas los ahcían un elemento temido por la población, hacían ceremonias en las que se sacrificaban niños cristianos y la población estaba cansada de todo ello, además de ser un poder que podía rivalizar con los poderes nobles y con la misma monarquía, a pesar de que al amparo de la realeza obtuvieron determinadas garantías que les permitieron poder continuar en la península de forma libre. A pesar de todo ello el resto de los ciudadanos que no los aceptaban de buen grado por lo anteriormente expuesto.
Ávidos de poder, se granjearon el odio a las otras comunidades religiosas asentadas en Sevilla, diendo el cristianismo la imperante.
Diego Susón era un miembro principal de la comunidad judía sevillana, uno de los cabecillas que configuraron un plan que debería desembocar en un levantamiento de los judíos en la capital. El objetivo era sembrar el terror en Sevilla y aprovechar esta situación, lo mismo que habían hecho tiempo atrás contra los visigodos y facilitar la invasión de las fuerzas musulmanas.
Diego Susón tenía una hija, dicen que tan bella que era llamada la "fermosa hembra", la bella Susana, siendo Susana el nombre castellanizado de Susona.
Ella pensó que su belleza sería una buena baza para ascender socialmente y mantenía relaciones amorosas con un joven y noble caballero cristiano. Cuando supo de la conspiración, se lo contó a su amante para ponerlo a salvo pero no pensó en ese momento que con su acción condenaía a la hoguera a su mismo padre.
Ella sabía de los planes de su padre y cómplices porque en su misma casa se celebraban las reuniones donde trataban los pasos a seguir para la sublevación de los judíos, que primero sería en Sevilla y después se pondría en práctica en el resto de España. Entre los puntos de esta conspiración se contemplaban los asesinatos de ilustres miembros de la nobleza sevillana, entre los que se encontraba el amante de Susona.
Entonces Susona vió la solución para salvar a su amado en informale de la conspiración y por la noche abandonó su casa para visitar a su amado en su casa y ponerlo al corriente.
El caballero puso la información en conocimiento de Diego de Merlo, asistente de la ciudad, quien mandó encarcelar a Diego Susón y a los judíos que participaban en aquella conspiración, entre los que también se encontraba el comerciante Foronda, todos ellos en breve fueron ajusticiados en el campo de Tablada.
Susona, se arrepintió de lo que había hecho proque había salvado a su amado pero había condenado a su propio padre.
La hsitoriografía no es nada clara en relación a la identidad del amado de Susona pero sí existen pruebas documentales de la relación que pudo existir entre Susona y el obispo auxiliar de Tiberia o Tiberíades, Reginaldo Romero, un dominico que igualmente fue el promotor de la idea de Catalina de Ribera en su proyecto del Hospital de las Cinco Llagas, tesis defendida por la autora de este artículo. Al parecer podría incluso haber tenido descendencia con este obispo auxiliar, que vivía en el Palacio de Medinaceli, la casa que hizó Catalina de Ribera con su marido Pedro Enríquez de Quiñones. Entre los inventarios de la casa se encuentra un cuadro que perteneció a Susona.
Dicho esto, prosigamos con la historia que se pierde en leyendas aunque hay testimonios documentales que confirman su autenticiada. Vease al respecto la tesis de María del Carmen Calderón Berrocal: El Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla. Historia y Documentos".
Susona arrepentida pide confesión a la Catedral, vemos aquí también la relación entre Susona y el obispo auxiliar fray Reginaldo Romero, que trata de encauzarla. Susona es bautizada y es ingresada en un convento para expiar sus pecados, donde permanece varios años enclaustrada.
Susona saldrá del convento y aquí la historiografía tiene dos versiones:
- Una es que sale del convento cuando cree que está calmado su espíritu, regresa a su casa y vive allí desde entonces una vida ejemplar hasta su muerte.
- Otra versión es que sale del convento pero no sale con el espíritu calmado sino que a partir de entonces lleva una vida licenciosa y relajada.
En su testamento se encontró una cláusula en la que pedía que su cuerpo fuese decapitado y que su cabeza fuese colgada de un clavo sobre la puerta de su casa como una especie de humillación por su mala acción. La cabeza habría permanecido allí varias décadas posiblemente hasta mediados del siglo XVII. Por esta razón a la calle se la llamó la "calle de la muerte", en el siglo XIX se cambia tan lúgubre nombre por el de calle "Susona" y este es el nombre que permanece en el nomenclátor de Sevilla.
Esta historia que se pierde en la leyenda vendría quizás a coincidir con la de los restos encontrados en Salteras. Son restos de una mujer judía que tiene separada del cuerpo la cabeza y ésta depositada a los pies del mismo. Encontró el cuerpo un vecino en su huerta y en el Archivo General del Arzobispado existe un expediente entre los de la serie de Gobierno "Santos", que contiene procesos de beatificación, martirologio, auténtica de reliquias, patronazgo, que catalogué siendo archivera de la institución, expediente que contiene la causa de "Susana famula Dei", es decir: Susana, Sierva de Dios, que es el grado que obtiene en el proceso, que estudia el ahallazgo, los restos y la historia que existe alrededor de esta Susana Sierva de Dios, antes de serlo. Al parecer la persona que ocupa el enterramiento está en una postura de penitencia, de arrependimiento, tiene separada la cabeza del cuerpo, puesta a los pies, que la pisan, parece una religiosa o beata y se llama además Susana, nombre castellanizado de Susona, es judía y sabemos, además, que los judíos, tras las revueltas en Sevilla huyen hacia el Aljarafe y muchos se asientan en Salteras y alrededores, con lo cual podría ser muy posible que estuviéramos hablando de la misma persona. Remito de nuevo a la tesis donde se da más cumplida explicación del tema.
La mujer del expediente de Santos, del Archivo General del Arzobispado de Sevilla, habría llevado una vida algo distendida y habría casado o ayuntado con un especiero. Los testigos hablan de apariciones que dicen ser de la mencionada Susana, lo que habría dado lugar a que se incoe expediente en el Tribunal pero no prospere más que ahsta el grado de Sierva de Dios.
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