Este cuento indio, ‘La caña de bambú’, encierra una reflexión profunda sobre qué es lo más importante en la vida, frente a los bienes materiales. Nos habla sobre las riquezas verdaderas, las interiores.
Hubo una vez un rey, muy anciano ya, que veía que el final de sus días estaba cada vez más cercano. El rey no tenía descendencia, así que un día decidió llamar a un hombre muy sabio, su consejero espiritual, que se presentó en palacio en seguida y el rey, muy encorvado por los años y cansado, le dijo:
– Te mandé llamar porque se que me quedan pocos días de vida y me gustaría encomendarte una misión…
– Lo que sea, querido rey, dijo el sabio.
El rey agarró un bambú que tenía cerca y le dijo:
– Quiero que entregues este bambú a la persona más tonta del reino.
– Pero señor, esa tarea es muy complicada… hay muchas personas en el reino…, dijo el sabio.
– Lo sé, pero tienes muchos días y yo confío en ti.
– De acuerdo, lo haré, respondió el sabio al rey.
El consejero salió en seguida en busca de la persona más tonta del reino para entregarle el bambú. Recorrió todos los lugares del reino: las pequeñas aldeas de campesinos, los pueblos, las grandes ciudades, los puertos repletos de marineros, …
Habló con los más humildes, aldeanos, agricultores, artesanos, mercaderes, pescadores, … Y no conseguía averiguar quién era el más tonto. Al cabo de un mes de búsqueda incansable, el sabio consejero se dio por vencido y decidió volver a palacio para explicarle al rey lo difícil e imposible de tarea que no pudo terminar consiguiendo el objetivo marcado.
Al llegar se encontró al rey ya en su cama a punto de morir.
– Ven, acércate- dijo el rey al consejero al verle- Ya me queda poco. ¿Conseguiste entregar el bambú?
– Señor, no he dado aún con la persona más tonta del reino. Todos me parecen sensatos…
– Bueno, olvídalo, ahora tengo una preocupación mayor… Estoy a punto de morir y tengo muchas riquezas. No quiero dejar aquí en vida todas las riquezas. Quiero llevármelas conmigo cuando muera. ¿Cómo puedo hacer eso?
Entonces, el consejero miró al rey y le tendió el bambú. Se dio media vuelta y se alejó.
– El que solo atesora riquezas materiales, es el más tonto de todos, por eso el sabio dio el bambú al rey.
No se trata de no tener nada, sino de cuidar más y mejor las riquezas interiores que las exteriores, ya que las materiales se quedarán aquí cuando termine nuestra vida, pero las riquezas interiores irán con nosotros donde vayamos y nos acompañarán siempre, el alma tiene memorai.
– La necesidad de cuidar nuestro interior: las riquezas espirituales tiene que ver con los valores que debemos cultivar.
Los valores nos enriquecen y además son riquezas que no se quedarán aquí tras esta vida.
Debemos angustiarnos menos por las riquezas materiales que vamos acumulando a lo largo de la vida y debemos cuidar más las riquezas que no se ven pero que nos hacen más inteligentes, más sabios y sobre todo, mejores.
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