El sabio y la serpiente es una fábula indú sobre la necesidad de defendernos cuando nos vemos atacados.
No debemos usar la violencia de forma innecesaria, pero tampoco debemos dejar que otros se aprovechen de nuestra buena voluntad o que puedan aprovechar un momento bajo o una baja autoestima.
Dicen que una serpiente vivía en una cueva, en una montaña de la India y tenía atemorizada a toda la población de los alrededores, pues no dudaba en morder a todo el que por allí pasaba.
La serpiente empezó a quedarse muy sola, nadie quería acercarse a su cueva.
Un sabio vivía cerca de ella y un día decidió pedirle consejo. Y le dijo al sabio:
– Necesito consejo.
– ¿Qué sucede?- contestó el sabio.
– Es que nadie viene a verme, porque hasta ahora, todo el que se acercaba recibía un mordisco envenenado y ahora me tienen miedo…
– Normal que te tengan miedo, es que no haces otra cosa que atacarles- contestó el sabio-. Lo que tienes hacer es dejar de morderles.
– De acuerdo. No les morderé más, dijo entonces la serpiente.
El sabio se acercó, al cabo de unos días, a la cueva, para ver qué tal le había ido a la serpiente. La encontró magullada y dolorida, temblaba de miedo y estaba llena de golpes.
– ¿Qué te ha pasado serpiente?, preguntó preocupado el sabio.
– Hice lo que me dijiste. Y como ya no mordía, todos se pusieron a pegarme, contestó la serpiente.
– No entendiste bien. Pero… te dije que no les mordieras, no que no les enseñaras los colmillos y silbaras.
No se debe atacar pero hay que ganarse el respeto de los demás y defenderse si es necesario. La fábula ayuda a reflexionar sobre valores como el respeto o la confianza en uno mismo.
El sabio da un consejo a la serpiente, pero no la entiende bien y piensa que debe permanecer quieta y sumisa ante los humanos. Pero una cosa es atacar de forma constante, sin razón; y otra dejar claro que no dudarás en defenderte si te atacan; y para que el resto no se aproveche se debe dejar claro que no lo consentirás. Si demuestras confianza y personalidad fuerte, los demás no intentarán hacerte daño.
Quien ataca puede también tener miedo, tendemos a pensar que quien ataca es por prepotencia y exceso de confianza en sí. pero no siempre es así. Muchas veces quien ataca es por todo lo contrario. Tiene un problema de confianza en sí mismo y miedo a que sus debilidades queden al descubierto.
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