Un día estaba ratón en su agujero, cuando se acercó un gato que olisqueándolo dió con él, entonces el ratón al verlo, le dijo:
– Verás, querido gato, yo soy más de perros. Adoro su fidelidad, una gran virtud, es por esa razón que adoro al perro perdiguero.
– ¿No me digas?- contestó el gato-. Pues fíjate, mi querido amigo, que esa virtud yo también la tengo. Sal del agujero y seamos amigos.
Salió entonces el ratón aunque temblando de miedo, arrugó el hocico y le dijo al gato:
– Resulta que ya no, que esa virtud ahora de pronto, no me parece la mejor del mundo.
Tuvo Esopo famosas ocurrencias.
¡Qué invención tan sencilla! ¡Qué sentencias!
He de poner, pues que la tengo a mano,
una fábula suya en castellano.
“Cierto -dijo un ratón en su agujero-:
no hay prenda más amable y estupenda
que la fidelidad; por eso quiero
tan de veras al perro perdiguero”.
Un gato replicó: “Pues esa prenda
yo la tengo también…” Aquí se asusta
mi buen ratón, se esconde,
y torciendo el hocico le responde:
“¿Cómo? ¿La tienes tú?… Ya no me gusta”.
La alabanza que muchos creen justa,
injusta les parece
si ven que su contrario la merece.
“¿Qué tal, señor lector? La fabulilla
puede ser que le agrade y que le instruya”.
“Es una maravilla;
dijo Esopo una cosa como suya”.
“Pues mire usted: Esopo no la ha escrito;
salió de mi cabeza”. “¿Conque es tuya?”
“Sí, señor erudito;
ya que antes tan feliz le parecía,
critíquemela ahora porque es mía”.
Tomás de Iriarte utiliza esta fábula para tratar de ciertos valores como la sinceridad o la prudencia y cualidades como la volatilidad o la virtud. Trata de decirnos que a veces es fácil cambiar de parecer dependiendo de los intereses.
Hay quien se agarra a cualquier cosa cuando se trata de supervivencia; y hay quien por conservar el poder hace lo que sea, sea justo o no, sea legítimo o no, dará las vueltas a la realidad que sean para hacerla coincidir con su deseo. Mentirá, traicionará, se burlará de quienes antes le apoyaron, todo le parecerá poco para cumplir su objetivo. Pero hasta dónde es lícito llegar...?. Habría que valorar esta cuestión muy concienzudamente. ¿Vale el sacrificio de los propios principios, si es que se tienen, solo por mantenerse en el poder, por salirse con la suya, por alcanzar sus objetivos, o los objetivos de otros que lo apoyaron en la consecución de los suyos?. Una virtud lo es o no, es decir, una cualidad se convierte en mérito o demérito dependiendo de quien haga uso de la misma, dependiendo de quién la ostente.
Pero en el caso del gato se trata de mentir para sobrevivir. No podemos reprocharle su cambio de opinión o su mentira porque lo único que trataba era de protegerse, evitar un peligro mortal para él, defenderse del gato, una seria amenaza.
La supervivencia puede llevarnos a hacer cualquier cosa. Algunos hacen cualquier cosa por vanidad o soberbia, todos estos medios utilizados para la consecución de sus fines serán reprobables.
En el miedo incluso se justifica, el miedo nos dice que algo va mal, que estamos en peligro y se activa todo nuestro sistema protector, todos nuestros mecanismos de defensa, para que se haga lo que sea necesario para escapar del peligro.
Sin embargo nada justifica las felonías de un tipo por conseguir y permanecer en el poder, en vez de obtenerlo limpiamente, por ejemplo.
– La volatilidad que nos caracteriza: es cierto que aunque tengamos unos principios, a veces los cambiamos o los ocultamos dependiendo del que tenemos delante. Y no siempre se trata, como en este caso, de supervivencia, pero sí, por ejemplo, de evitar una disputa o una situación desagradable. Esta fábula critica por un lado que a veces traicionemos nuestros principios pero respeta y entiende por otro lado la situación.
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Cuando se trata de evitar un daño, puede llegar a ser comprensible que lleguemos a cambiar de parecer o a soltar una ‘pequeña mentirijilla’. Y lo hacemos solo ante ciertos interlocutores (bien porque les tenemos miedo o bien porque queremos evitar una discusión). Y tú… ¿qué opinas? ¿Crees que se puede llegar a ocultar un pensamiento o una opinión dependiendo de la situación? ¿O piensas que el ratón debía haber mantenido su primera opinión y haber salido del agujero?
– La virtud lo es dependiendo de quién la ostente: tal vez algunas personas piensen que el ratón mintió. Pero en realidad lo que hizo fue amoldar a la situación su razonamiento. Cambió de parecer porque sabía que de no hacerlo, su vida corría peligro. Seguramente pensaba lo mismo, que adoraba en el perro su fidelidad, lo que no significa que tenga que adorar esta virtud también en el gato. Dependiendo de quien ostente la virtud, ésta puede ser admirable o no.
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