Protagonistas de las más espeluznantes historias de terror, los vampiros han alimentado la imaginación humana desde hace siglos. Los chupadores de sangre o vampiros han recibido diferentes nombres e imágenes en todo el mundo, pero sólo uno emblema gracias a la novela "Drácula", basada en un personaje histórico, el príncipe rumano Vlad Tepes y cuyo autor fue el escritor Bram Stoker.
Especulaciones religiosas y argumentos racionalistas han intentado dar explicación. La biografía del vampiro se hunde en el pasado de la especie humana y en el pantano de sus miedos. Pero al igual que el miedo tiene muchos rostros, el vampiro ha recibido muy diferentes nombres en tierras de todo el mundo, aunque uno de ellos, se ha convertido en su emblema: Drácula.
El 20 de mayo de 1897, la puerta del lóbrego castillo en los Cárpatos, domicilio del conde Drácula se abrió por primera vez y sonaron estas palabras: Bienvenido a mi casa! Entre libremente y por su propia voluntad!... Yo soy Drácula", cuando el escritor irlandés Bram Stoker, un gran amante de las ciencias ocultas y miembro de la sociedad esotérica Golden Dawn, publicaba la novela que iba a consagrar literariamente la figura del vampiro con título nobiliario, Drácula, moderno y terrorífico mito.
Pero la biografía del vampiro en realidad se remonta en el tiempo mucho antes del éxito novelístico de Stoker. No es la biografía de un personaje literario, sino más bien la de un ser sobrenatural en cuya existencia ha el hombre por generaciones.
Durante el siglo XIX el vampiro es un personaje más de la estética romántica de la época. El secretario del poeta Lord Byron, John William Polidorí, publica su relato El Vampiro en 1819, inspirado en su admirado patrón, trazando el retrato de un vampiro aristócrata, frío, distinguido y canalla, llamado Lord Ruthven. Un primer molde del moderno vampiro. Y en 1872, Sheridan Le Fanu trazaba el gran retrato literario de la vanpiresa en su novela Carmilla, donde daba cuenta de la ritual ejecución mediante una certera estaca clavada en el corazón, de la bella y temible condesa Mircalla.
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