En el barrio sevillano de San Vicente hay una calle que se llama Alfaqueque, es hoy una calle peatonal, larga y estrecha. sin mucho tránsito, aunque desemboca en la calle Goles muy cercana a la Puerta Real.
Alfaqueque es palabra procedente del árabe, significa liberador de cautivos, lo que indica que esta calle está dedicada al recuerdo de quienes se dedicaron a redimir cautivos. Esto se hacía mediante intercambio de prisioneros o su liberación mediante rescate y es una constante a lo largo de la historia, en el ordo religioso se dedican a la redención de cautivos los frailes mercedarios, valientes y aguerridos monjes que se intercambiaban por los prisioneros sabedores de que su fe podía flaquear y la de ellos no.
En el siglo XIII, en las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, ya se recoge la definición de cautivos y razones para la redención, según este código legislativo: “son aquellos que caen prisioneros de hombres de otra creencia, sus amos los pueden matar, torturar o esclavizar, siendo una de las peores situaciones que se puede encontrar una persona, y por tanto tienen el derecho a ser liberados incluso pagando un rescate”. Los alfaqueques serían “los encargados de liberar a los cristianos esclavos en un país musulmán y de mediar entre las familias y los poseedores del cautivo, para ultimar la cuantía del rescate. Han de ser hombres de honor, desinteresados, conocedores de la lengua árabe, y poseer bienes propios para garantizar los rescates”.
Son personajes importantes, de gran relevancia social, que gozaban de especial inmunidad personal y que viajaban por los caminos reales portando para su identificación su bandera, el emblema de su casa o el pendón real.
A mediados del siglo XIV por Decreto de Enrique II se crea en la Corona de Castilla la figura del Alfaqueque Mayor, un cargo que recaería en miembros de la nobleza.
Pues bien, en la puerta de una de las casas de esta Calle Alfaqueuque, una vez estuvo colgada la cabeza de un delincuente para escarnio y para ejemplo a la ciudadanía. El propietario de tal cabeza fue ejecutado por la justicia a fines del XVII por sus crímenes.
A mita del siglo XVII, como cuentan las crónicas de Álvarez Benavides o Chaves Rey, nace Gaspar en la calle Alfaqueque, muy cerca de la parroquia de San Vicente, un personaje de noble y rancio abolengo, bien posicionado y ostentador de los privilegios que su clase social le deparaba. Con una esmerada educación, crece con la idea de ser portador y aportador de honra y tronío a su linaje. Se decantó por seguir la carrera militar y se alista en los tercios reales. Combate en diferentes campañas en distintas zonas geográficas, destaca pronto por su valentía y logra ascensos hasta el grado de capitán; y también obtiene recompensas, que en la época se llaman "ventajas", productos de una intachable hoja de servicios, siendo así como cumple su objetivo de reconocimiento para su casa, familia y estirpe.
Al cabo de los años está cansado de guerras, viajes, incomodidades, sinsabores, disparos, muertos, etc., así qeu determina licenciarse de forma definitiva en la Compañía donde servía y volver a Sevilla.
Don Gaspar Yelves vuelve a Sevilla, tiene casa blasonada en la calle Alfaqueque, paece necesitar el descanso tras una azarosa vida de peligros y penalidades. Casa con Doña Antonia Falcón, dama acaudalada y huérfana, como él de antiguo abolengo y empieza una nueva vida tranquila en el barrio de San Vicente, donde tiene el aprecio de sus vecinos.
Las crónicas lo definen como ameno conversador que usa cuidados modales y un carácter extrovertido con tintes generosos. Era religioso asistiendo usualmente a la iglesia de San Vicente a oficios y a rezar el Santo Rosario y a todos los demás actos devocionales, dando ejemplo de caridad cristiana y repartiendo diariamente limosna a los pobres.
Todo parecía idílico, vida, porte y participación social, elevado nivel de vida, hasta que empiezan las dudas y murmuraciones en el vecindario por el elevado nivel de vida que llevaba aquel antiguo militar y su esposa que no reparaban en gastos. Todo lo cual se trocaba en la envidia de los vecinos que murmuran y chismorrean, tanto sobre los gastos como sobre las ausencias del domicilio de D. Gaspar, que sin embargo sigue comprando muebles, vestidos y joyas. Su esposa justifica hablando de negocios en tierras castellanas de su propiedad que tenía en litigio, algo de lo que no se dudó una vez dadas las explicaciones pertinentes llegado el caso por su esposa.
Las personas cercanas a su círculo le advertían de la peligrosidad de los caminos en los que proliferaban los bandoleros que acechaban en los caminos para desvalijar a los viajantes sus pertenencias con métodos sanguinarios y asesinatos.
Pero entre estas pandas de bandoleros había una partida que adelantaba en robos a las demás aunque eran asaltos sin violencia, tras los cuales huían con sigilo y presteza sin dar pie a que la justicia pudiera alcanzarles ni descubrirles.
Don Gaspar era un destacado oficial que se había curtido guerreando, por lo que las advertencias de sus amigos no hacían más que esbozar una sonrisa tras los consejos, agradeciendo atentamente la deferencia que para con él tenía la gente pero contestando que sabía cuidarse y defenderse por su experiencia, por su esgrima y por su puntería con armas de fuego.
Sobre el verano del año 1697 salió nuevamente a sus negocios, con la preocupación de esposa y amigos por su seguridad e integridad física, se ausentó varios meses sin dar noticia alguna y su mujer temió por su vida.
En enero de 1698 todavía no se tenían noticias de D. Gaspar, sin embargo la justicia apresó a una famosa banda de bandidos, de ella formaba parte un tal Zapata, esta banda fue acusada de sacrílego, del saqueo a una ermita en tierras de Castilla de la que desaparecieron numerosas alhajas y útiles sagrados. Decir tierras de Castilla era un concepto más ámplio que lo que contemporáneamente se entiende, de ahí aquello de "ancha es Castilla", la zona mayor geográficamente que abarcaba también lo que hoy se conoce como Andalucía y Extremadura, hasta que progresivamente se fueron perfilando regiones y provincias hasta llegar al aspecto del mapa actual que señala autonomías y provincias tal y como lo conocemos.
La banda de maleantes había perpetrado también delitos de sangre, pero esto fue, al parecer, sin el consentimiento del cabecilla, según afirman las crónicas y algunos de sus miembros en los interrogatorios del proceso, tal cuestión provocó un grave enfrentamiento interno entre dicho cabecilla y el tal Zapata, la tensión interna en la banda determinó la captura de todos los bandidos.
El proceso concluyó con la sentencia ejecutoria que emitió la Real Audiencia de Sevilla, sentencia firme, sin posibilidad de apelación y supuso la condena a la pena capital a toda la partida.
Rápidamente debia producirse la ejecución de la sentencia, en la Plaza de San Francisco se monta el cadalso con la horca, pregonándose la ejecución en los usuales lugares el día y la hora de la ejecución que tendría lugar en la Plaza de San Francisco.
Los reos fueron conducidos desde la Cárcel Real de la calle Sierpes a paso lento y haciendo el habitual recorrido por Calle Cerrajería, Calle Cuna, Plaza del Salvador hacia la Calle Francos, Calle Alemanes, y demás calles en las que se agolpaban los vecinos ávidos de morbo, deseosos de ver ajusticiar a los reos.
Entre los reos que marchaban hacia el cadalso estaba D. Gaspar de Yelves, el capitán se había convertido en el capitan de una famosa banda de bandoleros.
Ejecutada la sentencia, el cuerpo del capitán Yelves fue llevado a la llamada Mesa del Rey, que era especie de plataforma de piedra tosca situada en el camino que conducía a Alcalá de Guadaira, donde fue desmembrado y sus extremidades fueron repartidas sevillana y mostradas como escarnio y ejemplo. Su cabeza fue colgada en la puerta de su propia casa en un garfio, en señal de advertencia, escarmiento y escarnio.
Un corral de vecinos en la misma Calle Alfaqueque recordaba a D. Gaspar de Yelves pues se intituló Corral de D. Gaspar, militar y bandolero que no cometió delitos de sangre.
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