En pleno Siglo de las Luces una buena parte de Europa vivió lo que se ha llamado epidemia de vampirismo. El abate Calmet, en su Tratado sobre los vampiros (París en 1746), se mostraba sinceramente convencido de que " desde hace alrededor de unos sesenta años, una nueva escena se ofrece a nuestra vida en Hungría, Vioravia, Silesia, Polonia: se ven, dicen, a hombres muertos desde hace varios méses que vuelven, hablan, marchan, infestan los pueblos, maltratan a los hombres y a los animales, y chupan la sangre de sus prójimos ". La Europa profunda temblaba ante la epidemia, y la palabra vampiro aparecía por primera vez para nombrar aquello que los campesinos centroeuropeos llamaban con diferentes nombres desde hacía siglos. En tierras de Bosnia, el blausauger, el chupador de sangre, carecía de huesos y era capaz de transformarse en rata o en lobo, propiedad ésta que compartía con el farkaskoldus de Hungría y el Vlkodlak de Serbia. El bruculacas de Greci